Sanando desde el interior

Sanando desde el interior: Alimentación consciente

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10 minutos de lectura.

Introducción

Hace muchos años, en una época en la que me apasionaba la cocina y los sabores, una amiga muy querida me dijo que debía enseñar a las personas a mejorar sanando desde el interior. En ese momento, su visión, que estaba adelantada al menos una década, no tenía sentido para mí. ¿Cómo iba a preocuparme por eso cuando recién estaba aprendiendo a disfrutar de la combinación de sabores, texturas y colores? Ni por un segundo pensé que años más tarde tendría que renunciar a cocinar las delicias que creaba con gluten, azúcar, grasas y lácteos. La vida da muchas vueltas, pero al final, todo cobra sentido.

Tuve que pasar por el doloroso proceso de la enfermedad para tomar conciencia del daño que hacía a mi mismo y a mis seres queridos

De hecho, muchas personas a través de la enfermedad logran realizar cambios drásticos en sus vidas que, de otra manera, no harían. Lo lamentable, especialmente en relación con los daños que algunos alimentos nos causan, es que cuando la enfermedad se manifiesta, significa que los daños se han estado gestando durante muchos años, incluso décadas. Durante todo ese tiempo, las personas están completamente inconscientes de lo que está ocurriendo en sus cuerpos, experimentan síntomas y los tratan con analgésicos o medicamentos que no resuelven nada, simplemente encubren una realidad que no desean enfrentar.

Entonces ¿Somos culpables de nuestras propias enfermedades?

Pues si y no. Si has fumado cigarrillos toda tu vida y luego el doctor te dice que tienes cáncer al pulmón o un tumor en tu cerebro, no debería ser gran sorpresa, aunque suene duro decirlo, pues estás consciente de haber hecho algo que hoy sabemos causa daños. Pero si por el contrario, siempre te has alimentado sanamente , nunca has abusado del tabaco, medicamentos u otras drogas y el doctor te dice que tienes un cáncer o una enfermedad crónica o autoinmune, entonces ¿eres realmente culpable de la enfermedad que padeces?.. Hoy creo que en la gran mayoría de los casos no se es culpable conscientemente.

Consciencia vs. Desinformación: Dos realidades opuestas

Hoy hay muchas personas que están bien informadas y conscientes de los daños que nos provocan algunos alimentos y el consumo constante y permanente de ellos. Sin embargo hay otra gran masa de personas completamente desinformadas y totalmente despreocupadas con los alimentos. Y es entendible, la vida acontece rápidamente, cada vez contamos con menos tiempo y los alimentos están ahí, al alcance de la mano, solo es cosa de comprarlos y consumirlos, no hay que pensar más.

Y es aquí donde yo creo está uno de los principales problemas. La disponibilidad de alimentos y más aún alimentos procesados hoy en día, sobre todo en los países desarrollados es cuantiosa, la revolución industrial y el desarrollo de la bioquímica para la preservación los alimentos llegó a un punto en que hoy podemos comer un trozo de carne que fue envasado hace 6 meses o leche que tiene 4 meses o verduras con más de un año, ni que decir de los panes, galletas y dulces.

Hace solo 50 años eso casi no existía. Y así como hablamos por celular sin preocuparnos ni maravillarnos por la tecnología detrás de su funcionamiento, hacemos lo mismo con los alimentos, abrimos la bolsa, sacamos la carne, la tiramos a la parrilla, la saboreamos y decimos “Uyyyy que rica” sin siquiera mirar la etiqueta, siendo que la pobre vaca lleva muerta seis meses. Nuestros antepasados estarían atónitos.

Despertando

Aquellos un poquito más conscientes, que se toman el tiempo, y revisan las etiquetas, sospecharían de la fecha de envasado y el por qué la carne aún se ve tan rosadita y fresca. Y si miran más en detalle las letras chicas, verán la cantidad de agentes químicos (colorantes, anticoagulantes, etc) que lleva esa carne envasada, sin contar con los antibióticos, hormonas y el stress al que está sometido el pobre animal.

Y así vamos entrando poco a poco en un mundo desconocido y realmente terrorífico donde vamos a descubrir que prácticamente hoy no hay ningún alimento que esté libre de potenciales riesgos para nuestra salud. Solo por mencionar algunos, aparte de la carne, pollos con hormonas, antibióticos en los pecados, cloro y flúor en el agua (ambos venenosos), pesticidas en frutas y verduras, granos modificados genéticamente, bromuro en las harinas (otro veneno), exceso de químicos preservantes y estabilizantes en todo alimento conservado, flúor en la pasta de dientes, químicos cancerígenos en en maquillajes, cremas, bloqueadores solares y tinturas de pelo, aluminio en los desodorantes, aceites vegetales (altamente dañinos), exceso de azúcar y sal, sulfitos en vinos y frutos secos, soya (GMO), leches inertes, bebidas químicas,.. y la lista sigue y sigue.

El precio de la salud: ¿Alimentos orgánicos al alcance de todos?

Aquí hago un alto y pido disculpas por esta larga introducción, sin embargo no puedo llegar directo al tema de los alimentos fermentados sin antes pasar por los motivos que hoy nos llevan a necesitarlos.

Bueno, entonces de qué sirve saber todo estos problemas con los alimentos, si finalmente igual algo debemos comer y los alimentos orgánicos y libres de pecado cuesta conseguirlos y son bastante más caros, lejos aún del alcance de la mayoría de las personas?.

Esto es verdad, y es la respuesta que muchas personas me dan cuando comienzo a hablar de estos temas. Sin embargo, es el punto de inicio de la conversación, pues esto nos lleva a hablar sobre el efecto de estos alimentos en nuestra salud. Si bien yo no soy médico, ni nutricionista, ni científico, la información que comparto es fruto de años de lectura y siempre nombraré algunas de las fuentes de información en el pie de página. El principal daño que todos estos alimentos modificados nos causan, es que nos generan desequilibrio en nuestro sistema digestivo, en nuestro metabolismo, inflamación y finalmente daños a los tejidos y órganos de nuestro cuerpo, lo que finalmente se transforma en enfermedades.

¿Pero por qué pasa esto?.

Sanando desde el interior

Bueno, resulta que en nuestro cuerpo existe algo que hoy la ciencia llama “Microbioma” y que corresponde a los trillones… si dije bien, trillones de microorganismos que habitan dentro y fuera de nosotros, principalmente en nuestros intestinos, en nuestra piel, genitales y mucosas. Estos microorganismos pueden ser bacterias, hongos y levaduras y están a cargo de mantenernos en equilibrio y saludables. Se encargan de obtener los nutrientes de los alimentos, de protegérnos de patógenos externos como los virus, y mantener a nuestro sistema inmune y cerebro informado sobre lo que acontece. Sin estos microorganismos, nosotros simplemente no podríamos vivir.

El problema se presenta cuando lo que consumimos, bebemos o aplicamos en nuestro cuerpo daña la flora de microorganismos, especialmente nuestra flora intestinal. Tomar agua con cloro, comer frutas con pesticidas, consumir antibióticos a través de carnes y pescados, exceso de alcohol o inhalar productos germicidas mata millones de microorganismos, incluidos valiosos microbios que no podremos recuperar. Si el daño persiste durante años y decádad, puede conducir a la “Disbiosis”, un desequilibrio en nuestra flora intestinal que nos lleva directamente a la enfermedad.

Más que una buena digestión: La importancia de una flora intestinal saludable

Al contrario de lo que muchas personas aún piensan, tener una flora intestinal saludable, no es solo para tener una buena digestión y poder ir al baño en forma regular. Es muchísimo más que eso. Cada vez que comemos algo, las moléculas de los alimentos son descompuestas por estos microorganismos y les extraen los nutrientes esenciales que luego son traspasados al torrente sanguíneo a través de las paredes del intestino, sin esta flora, no hay absorción de nutrientes y las personas pueden enfermar de desnutrición. o bien tener serios problemas digestivos al no contar con los microorganismos que procesan algún tipo de alimento en particular.

Adicionalmente, cuando comemos algo contaminado, son estos microorganismos los que detectan la presencia de patógenos he informan al sistema inmune para que inicien el contraataque (creación de anticuerpos, inflamación y ataque a los elementos patógenos), solo por dar unos ejemplos. La flora intestinal también está relacionada con nuestro estado de salud mental ya que hay una comunicación directa entre los intestinos y el cerebro a través del sistema nervioso central.

Es por estos motivos que es tan importante tener una flora intestinal y un microbioma saludable, la ausencia de estos amigos microscópicos nos deja expuestos a un sinnúmero de condiciones y riesgos para nuestra salud. La ciencia se ha dado cuenta que aquellas personas con mayor poblaciones y diversidad de microorganismos en su microbioma, son los que gozan de mejor salud.

Seamos más conscientes

Por esta razón es tan importante estar conscientes de lo que comemos, bebemos y usamos en nuestro cuerpo. Debemos cuidar y proteger a estos microorganismos que cuidan de nosotros. La mejor manera de hacerlo es no exponiéndose a riesgos innecesarios, no comer lo que sabemos nos hace mal, y si no hay muchas opciones, buscar los mecanismos para minimizar los riesgos, por ejemplo lavar las frutas y verduras con una solución del vinagre al 10% o con bicarbonato ayuda a eliminar hasta un 80% de los pesticidas que puedan tener. Usar agua filtrada, usar una pasta de dientes sin fluor, evitar los alimentos procesados, minimizar el usos de productos químicos de aseo personal y cosméticos, o reemplazarlos por alternativas más orgánicas. Cualquier cambio por pequeño que sea, ayuda a evitar la muerte de nuestros amigos chiquitos.

En este contexto, los alimentos fermentados, finalmente, vienen a contribuir fuertemente en la recuperación de nuestra flora intestinal. Si bien no se pueden recuperar los millones de microorganismos que han sido destruidos por nuestras malas prácticas, si podemos volver a incorporar algunas familias de probióticos que nos pueden ayudar a mejorar nuestra flora intestinal y mejorar muchos aspectos de nuestra salud.

La fermentación es la forma ancestral de preservar los alimentos, hay datos de hasta 1.600 años AC cuando ya las personas preservaban alimentos en sal o tomaban bebidas como la kombucha. Hoy tenemos más información y procesos mucho más científicamente probados para preservar los alimentos correctamente a través de la fermentación natural, sin exponernos a peligros de contaminación.

Existen diversos tipos de fermentación

Sanando desde el interior - Alimentos fermentados

Literalmente, casi todos los alimentos se pueden fermentar, sin embargo, no significa que todos queden deliciosos. Existen principalmente tres tipos de fermentación:

  1. Fermentación Láctica. Donde son bacterias de la familia de lactobacilos las estrellas que transforman los alimentos, aquí tenemos el Kéfir, el Chucrut, Kimchi y todo tipo de quesos y vegetales lacto fermentados.
  2. Fermentación Acética. Donde el Acetobacter se encarga de transformar el alcohol etílico en ácido acético. Aquí tenemos todo tipo de vinagres y Kombuchas.
  3. Fermentación Alcohólica o etílica. Donde los microorganismos transforman los carbohidratos en alcohol (etanol). Gracias a esto, tenemos el vino, la cerveza, la cidra y muchos más.

Otros alimentos que son producidos a través de fermentación, y que tal vez no sabías son: El pan, pan de masa madre, quesos, embutidos, yogur, kéfir (yogur de pajaritos), salsa de soja, siracha, café, chocolate, miso, tofu, tempeh y muchos más.

Obviamente, la fermentación alcohólica si bien nos ha aportado bebidas que todos disfrutamos y que no son tan dañinas si las consumimos con moderación, no es el tipo de fermento que nos ayudará a recuperar nuestra flora intestinal.

Las fermentaciones láctica y ascética son realmente impresionantes cuando se trata de brindarnos una abundante cantidad de microorganismos probióticos y ácidos orgánicos altamente beneficiosos para nuestra salud intestinal, lo que, en última instancia, repercute positivamente en nuestra salud general.

Sanando desde el interior

Integrar una variedad de alimentos fermentados probióticos en nuestra dieta, como el delicioso Kéfir, el picante kimchi, el tradicional chucrut, las refrescantes kombuchas y muchos otros productos fermentados, se convierte en un apoyo invaluable para reconstruir esas poblaciones de microorganismos esenciales que nos permiten recuperar el anhelado equilibrio y bienestar. De esta forma, nos embarcamos en un viaje hacia la sanación interior, cuyo poder se extiende desde nuestros intestinos hasta cada órgano, sistema y rincón de nuestro ser.

La verdad es que no podemos subestimar el impacto de una flora intestinal saludable, pues su efecto va mucho más allá de la digestión. Al nutrir y fortalecer nuestros intestinos, estamos brindando una sólida base para el bienestar general de nuestro cuerpo. ¡Es un maravilloso círculo virtuoso que beneficia nuestra salud integral!

Recuerdo las sabias palabras de mi querida amiga, quien siempre destacaba la importancia de cuidar nuestro interior para experimentar una vitalidad y plenitud en el exterior. Y aquí me encuentro, siguiendo su consejo y celebrando los resultados. Sanando desde el interior es un viaje de autodescubrimiento, donde aprendemos a escuchar y honrar a nuestro cuerpo, brindándole el cariño y la atención que merece.

Así que, en esta emocionante travesía hacia la salud y el bienestar, ¡no subestimemos el poder de las fermentaciones láctica y ascética y su capacidad para nutrir y transformar nuestras vidas de manera positiva! Abracemos los alimentos fermentados probióticos con gratitud y alegría, sabiendo que estamos construyendo un futuro más brillante y saludable para nosotros mismos y para las generaciones venideras.

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Algunas fuentes:

NOTA: Cuando escribí este artículo fines del 2019, aún pensaba en base a mis lecturas y aprendizajes que lo más importante era partir con cambios en la alimentación para repoblar la flora intestinal, que en mi caso en particular había sido muy dañada a causa del exceso de antibióticos que utilicé en la adolescencia y luego durante mis enfermedades para eliminar el Helicobacter Pylori. Sin embargo luego aprendí que el primer paso en realidad es sanar las paredes del intestino ya que en muchos casos de enfermedades autoinmunes, el punto de partida es algo que se conoce como intestino permeable. Por lo tanto te recomiendo leer mi post sobre cómo sané mi intestino, te dejo aquí el link.


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